Tres personas afiliadas a un Consulado estadounidense en Ciudad Juárez (México) murieron durante un tiroteo perpetrado desde un automóvil que registró otras ocho víctimas fatales, y la Casa Blanca emitió un comunicado según el cual el presidente Barack Obama está "profundamente entristecido e indignado" por el hecho.
Más allá de que tres de once es un porcentaje relativamente "bajo" como para indignarse como estadounidense, si el hecho se pone en contexto parece directamente ridículo.
Ciudad Juárez es la ciudad fronteriza de México con Estados Unidos donde cada año -en condiciones extrañas y de forma silenciada- mueren literalmente miles de mujeres, en su mayoría jóvenes de condición pobre que trabajan en las "maquiladoras"; es decir, que son explotadas laboralmente en fábricas de artículos electrónicos destinados a comercializarlos en EEUU.
De unos años a esta parte, también se sublimó en Ciudad Juárez la violencia "narco", porque de allí parten importantes contingentes de droga que abastece buena parte del consumo en la zona suroeste de Estados Unidos. Por lo menos 18.000 personas han muerto en ese contexto desde diciembre de 2006.
O sea, que Ciudad Juárez vive y muere por esas dos actividades que están enfocadas de forma directa al mercado estadounidense. Ahora, tres estadounidenses murieron en esa capital del caos y Obama se "indigna"...
Me hace recordar esas viejas películas hollywoodienses en blanco y negro donde cada vez que un estadounidense (fuera turista, militar o lo que sea) se metía en algún problema en el extranjero, levantaba los brazos y gritaba -como si fuera un salvoconducto- "No disparen, soy ciudadano americano".
¡Qué carácter que tienen estos tipos!