Quiero agradecer a la Academia... Así comienzan todos los discursos de los ganadores de cualquier premio Oscar, pero esta vez también yo adhiero al agradecimiento porque para variar ganaron no todos mis favoritos sino casi todos mis preferidos, desde "El secreto de sus ojos" y la dirección de Kathryn Bigelow hasta Sandra Bullock y Mo'Nique como mejores actrices, pasando por toda esa ristra de galardones secundarios que tanto aburren a la mayoría pero sin los cuales cualquier película carecería de sentido.
Sólo me quedaron un par de decepciones y otro par de dudas. Entre estas últimas figura el capítulo principal, el de mejor película, donde ya había dicho que "Avatar" me parecía una correcta ganadora por anticipado, pero cuya inesperada derrota a manos de "Vivir al límite" agradezco profundamente, primero como homenaje a una directora que me fascina desde sus comienzos ("Point break", "Strange days") y segundo como una de esas ocasionales esquirlas que traban el engranaje de la industria de Hollywood, porque -hablando de cine y no de ética, donde la ecuación seguramente se invertiría- "Vivir al límite" es de una irreverencia atroz frente al establishment encarnado por "Avatar". De paso, justo en los minutos previos al Día Internacional de la Mujer, no fue un mal homenaje (aunque silencioso) a la profesional que triunfa después de emanciparse de su todopoderoso marido, ¿no?
Entre las decepciones, la principal es que el único premio importante que no acaparó "Vivir al límite" es precisamente uno de los que más merecía: el de actor principal que postulaba a Jeremy Renner. Reconozco que aún no pude ver "Corazón loco" ni la supuesta gran actuación de Jeff Bridges, pero el personaje que compone Renner -casi una precuela del Marlon Brando de "Apocalypse now"- bien valía una estatuilla. Por cierto, que tampoco hubiera protestado el triunfo de la otra nominación derrotada de "The hurt locker", la de mejor música original, derrotada por "Up". Pero bueno, tampoco se puede pedir todo.
De entre las seis que sí ganó, me parece que le sobró cuando menos una: la de guión original, donde lamenté profundamente que Quentin Tarantino se fuera con las manos vacías y sólo con un Oscar -al mejor actor secundario- por "Bastardos sin gloria".
Mi otra duda pasa por el eterno triunfo de películas de época (y a ser posible, victoriana) en la categoría de mejor diseño de vestuario. Se lo llevó la colección de cortinas con la que disfrazaron a "La joven Victoria" y se olvidaron creaciones muy efectivas (por lo creíble, que se supone que es lo que importa) pero en ambientaciones más contemporáneas. Hasta la ganadora de ayer, Sandy Powell, reconoció esta mala costumbre en su discurso de aceptación del Oscar.
Por lo demás, la entrega de los premios de la Academia fue una gala muy uniforme con uniforme de gala. Lo segundo, por las seis estatuillas que se llevó "Vivir al límite" sumadas a la de Christoph Waltz por su papel de militar nazi en "Bastardos sin gloria". Lo primero, porque fue una ceremonia ágil, efectiva y hasta divertida como hacía años que no se veía. Pueden gustar o no (o sea, caer bien o no), pero Alec Baldwyn y Steve Martin como conductores demostraron su personalidad y su experiencia sobre el escenario en medio del desorden técnico -y táctico- que signó la gala (parece que más de uno de los operadores estaban escuchando el doblaje de TNT, de dormidos que estaban) y que no se notó tanto precisamente gracias a los maestros de ceremonia.
